Por Héctor Aguilar
Chalma, tradición y orgullo
La fe y la tradición caminan de la mano en Xochimilco. El pasado martes, la alcaldesa Circe Camacho acompañó a los peregrinos rumbo al Santuario del Señor de Chalma. Y aunque las redes sociales se encargaron de amplificar la polémica, lo cierto es que esta visita forma parte de ese contacto natural que todo gobernante debe tener con su gente y sus costumbres.
Camacho Bastida no es una visitante más: es hija del Barrio
de San Esteban, tierra donde las peregrinaciones no solo son un acto de
devoción, sino un momento profundo de identidad y agradecimiento. Su presencia,
más allá de la política, es la de alguien que entiende y comparte la raíz del
pueblo que gobierna.
Al final, la crítica resulta injusta. No se puede reclamar
respeto a las tradiciones y, al mismo tiempo, condenar a quienes las abrazan
con sinceridad. En Chalma, la alcaldesa no fue la política: fue la vecina, la
hija del barrio, la mujer que camina junto a los suyos.
Asentamientos irregulares: Interés como nunca
Xochimilco carga, desde hace décadas, con la pesada losa de los asentamientos irregulares. Un problema que todos reconocen, pero que pocos enfrentan con seriedad. Esta semana, por primera vez en mucho tiempo, se percibe un cambio real.Se instalaron mesas de trabajo con líderes comunitarios y
habitantes de estas zonas. El diálogo estuvo encabezado por Érick Carmona, un
hombre que conoce el tema con la paciencia y la firmeza que da la experiencia.
Al frente, nuevamente, la alcaldesa Circe Camacho, quien parece haber entendido
que solo con gente capaz en lo jurídico se puede dar el primer paso hacia
soluciones tangibles.
Resolver más de 300 asentamientos no será tarea sencilla.
Pero lo importante hoy es la señal: la autoridad muestra disposición, escucha
y, sobre todo, demuestra voluntad política. Y en un Xochimilco tantas veces
olvidado en este tema, eso ya es una novedad alentadora.
Adultos mayores y gobernantes sonrientes
Hay gestos que hablan más que cualquier discurso. En Tlalpan, la alcaldesa Gaby Osorio reunió esta semana a más de 200 adultos mayores. Desde su llegada temprano, revisando que todo estuviera en orden, hasta el momento en que aceptó bailar con una vecina que la invitó “al ruedo”, Osorio mostró no solo oficio político, sino calidad humana.
Su discurso, lleno de sensibilidad y sabiduría, sorprendió a
más de uno por la madurez que proyecta a pesar de sus apenas 34 años. Las y los
abuelitos no solo la escucharon: la abrazaron, la hicieron parte de su fiesta,
y se llevaron consigo la certeza de que cuentan con una gobernante cercana y
auténtica.
Si algo queda claro después de esa jornada es que la
política, cuando se mezcla con calidez, se convierte en servicio verdadero. Y
Osorio, con esa sonrisa franca que conecta, parece destinada a volar alto, muy
alto.
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